(Del libro de relatos Mi amor se fue a la
China)
Pierre Colline*
Al principio creí que aquello era debido a algún factor
climático. El mundo parecía ir perdiendo color; el sol ya no brillaba de igual
modo, yo al menos lo veía como si me encontrara tras un cristal ahumado. La luz
decaía con una terrible premura, tan inoportuna como ilógica.
El sonido, mejor dicho, ese ruido de fondo que toda ciudad,
o toda naturaleza, poseen como idiosincrasia de ellas mismas, parecía que
también iba perdiendo su intensidad acostumbrada de modo alarmante para mis
oídos.
¿Estaba perdiendo, paulatinamente, los sentidos de la vista
y el oído?
¿Podrías ser que sí, que los estaba perdiendo, o que estaba
entrando en un nuevo estado de percibirlos, este estado estaba muy relacionado
con mi estado de ánimo de esos momentos?
Más tarde irían apareciendo otros síntomas relacionados con
otros sentidos, y esto era ya alarmante, mis papilas gustativas habían dejado
de percibir sabor alguno, y ninguna comida o bebida sabía a algo, todo era
insípido, qué horror comprobar esto, sobre todo cuando yo había sido todo un
sibarita en esto del comer, porque me gustaba degustar cada bocado, diseccionar
el sabor para descubrir el contenido del exquisito manjar que dejaba a merced,
en mi boca, de mis papilas gustativas para que me hicieran gozar de placer.
Pero la cosa no quedó en estas, quizás, insignificantes
pérdidas, sino que fue a más, y una mañana me descubrí ya desheredado de mi
olfato, nada olía, o nada parecía desprender olor alguno. Con lo que yo había
disfrutado de las fragancias y los aromas de la mañana, el olor del rocío, ese
olor en la puerta del colegio cuando iba a dejar a mis hijos, el olor del café
en el bar La Malavida, el olor a pan tostado, a aceite, el olor de la piel de
mi último y malogrado amor. Todo borrado de un solo golpe, mi nariz ni por
aguileña, ni por chata, ni por nada percibía olores. Tanto que como prueba, me
dispuse a visitar a mi amigo E. P. Z. que tenía como hobbie criar cerdos, y como
resultado descubrí que en mi nariz no entraba aquel olor que otras veces que
había visitado a mi amigo había percibido. Mi entrañable amigo, tiene entre sus
mejores virtudes la de ser un buen escritor, pero tiene entre sus defectos
criar cerdos a los que se empeña en alimentar echándoles margaritas, con el
nefasto resultado que ya todos conocen.
En poco tiempo yo había perdido, parte de la visión,
podríamos decir que veía en blanco y negro, el mundo para mí se había
convertido en una especie de páramo totalmente gris; había dejado, por demás,
de escuchar, que no de oír; había dejado de oler, había dejado de sentir el
sabor de las cosas, ya tan solo me quedaba el sentido del tacto, así que una
mañana al despertar me dije que debía disfrutar del único sentido intacto que
me quedaba.
Aquella mañana que sin sonidos, o atenuados, que sin olfato,
que sin gusto, que sin colores se abría ante mí, decidí poner en acción el
único sentido que parecía quedar impoluto tras aquella hecatombe, y así mis
dedos fueron raudos a acariciar la piel del amor que me había acompañado
durante tantos años, con la sorpresa para éstos de que ya no percibían esa
sensación que habían percibidon cuando suavemente acariciaban sus pechos, su
rostro, sus manos, sus nalgas, sus tobillos, sus pies, sus ojos, sus labios,
sus orejas, su cabello, sus hombros, su sexo…; todo su cuerpo desaparecido en
el gris de la mañana, sin el canto de los pájaros, sin el aroma del rocío, sin
el sabor de sus besos y condenados mis dedos al exilio de las caricias…
Despojado en parte de mis cinco sentidos que por tantos años
me habían acompañado: vista, oído, olfato, tacto y gusto mi mundo se convirtió
en un lugar inhóspito, donde la hostilidad avanzaba victoriosa ante los
estupefactos ojos, orejas, nariz, boca y piel que me negaban como tú me negabas
el amor desde aquella noche de sábado en la que tras haber estado caminando con
tu querida amiga C.W. llegaste a casa y pronunciaste aquellas palabras que
lejos de ser mágicas, fueron palabras malditas, porque nos condenaron a no
completar el puzle en el que acabábamos de convertir nuestras vidas y la de
nuestros hijos.
Tiempo más tarde supe que te aplaudieron, te felicitaron y
te regalaron presentes para celebrar la muerte de mis sentidos, la misma que
había sido orquestada tras las bambalinas de aquella obra de teatro en la que
me otorgaste, primero, el papel de hombre ideal; segundo, el de hombre
mayordomo, ideal para cualquier mujer moderna que se precie a sí misma y que
tenga una activa vida social en la que su hombre está de más; para endosarme,
en el acto tercero, el papel de hombre perverso, al que le escribiste un guión
a medida para excusar tus acciones, tu actitud y tus maravillosos planes para
convertirme en un maltratador, por revelarme, por dejar de ser el esclavo
sumiso, por convertirme en un incordio, que una vez revelado contra la tiranía
es eliminado porque molesta los planes del Poder…
Mi amor se fue a la China, y no sé cuándo volverá, y si
vuelve ya no me encontrará en el bar de la esquina, entre otras cosas porque
está cerrado y porque nunca fui un borracho, ni violento, ni usé una palabra
más alta que otra, ni siquiera fui infiel, a pesar de que en tu guión me
convertías en todo lo que nunca fui, en todo lo que nunca seré, y en todo lo
que no soy.
*Pierre Colline (Poncin, Francia, 1969)
"He estado en mucho saraos literarios, pero en ninguno,
o en casi ninguno vi a escritor alguno con un libro en la mano."
Pierre Colline nació en 1969 en Poncin (Francia), de madre
andaluza y padre francés, vivió en Poncin hasta los cuatro años de edad, para
luego pasar a vivir a Burdeos hasta sus quince años, el mismo año que cumple
los quince su familia se traslada a España, a Casares pueblo cercano a la costa
del sol.
Termina sus estudios de filología hispánica en la
universidad de Granada, y se dedica a la enseñanza. Años más tarde decide
retirarse a una huerta que hereda de la familia de la madre, y allí vive
aislado en plan anacoreta, hasta que conoce a France Poncin en una presentación
de un libro del escritor Salvador Moreno Valencia. Se enamora de France, amor
que le es correspondido por ésta, tras algunos meses de encuentros deciden irse
a vivir juntos a la mencionada huerta.
Con la ayuda y el apoyo de France, Pierre abre un blog al que titula
Diario de un superviviente, donde irá narrando las vivencias de Romeo ante un
mundo hostil e incompresible.